Publicado: 12 de Mayo de 2015

Los pies son una de las partes de nuestro cuerpo a las que menos atención prestamos, no somos  conscientes del papel que juegan en nuestra salud y bienestar. 

Proporcionan apoyo a nuestro cuerpo, aparte de servirnos para trasladarnos, detenernos,  realizar acciones rítmica de propulsión y absorción de choques y para mantener el equilibrio.  Son, por tanto, un órgano muy especializado que hay que cuidar y mimar. Y un calzado adecuado es el primer paso.



Un buen zapato desde el principio


Cuando nacemos nuestro pie está sin configurar y sus arcos no son perceptibles; solamente cuando el niño ha adoptado la posición erguida comienzan a hacerse visibles estos arcos, especialmente el longitudinal, consecuencia de los esfuerzos derivados de soportar el peso del cuerpo y de caminar. 

Durante los primeros años de vida el pie se encuentra en pleno proceso de formación y, especialmente al principio, es una estructura muy flexible que no ha desarrollado la fortaleza suficiente, por lo que cualquier tensión anormal ejercida sobre el pie puede acarrear consecuencias negativas. 

En el pie del adulto el peso del cuerpo se distribuye entre la parte delantera del pie y el talón, en posición vertical la carga principal la soporta el talón y equivale a más de la mitad del peso del cuerpo. 


Tipos de pie


  • pie griego, así llamado porque se observa en las estatuas de la época clásica: el segundo dedo es el más largo después del dedo gordo, y el tercero prácticamente mide lo mismo, y el cuarto y el quinto dedos son más pequeños. En este tipo de pie las cargas se distribuyen mejor sobre la parte delantera del pie.
  • pie polinesio o cuadrado, como el que se observa en los cuadros de Gauguin: los dedos son casi todos iguales y están a la misma altura.
  • pie egipcio, visible en las estatuas de los faraones: el dedo gordo es el más largo y los otros le siguen por tamaño y orden decrecientes. Es el tipo de pie más expuesto, ya que se sobrecarga más con el calzado y predispone a juanetes (hallux valgus) y a la artrosis metatarsofalángicas (hallux rígidus).



Consecuencias de utilizar calzado inadecuado


  • Juanetes.

  • Metatarsalgias o dolores en la planta del pie y en el antepié.

  • Deformidades en los dedos: Dedos en garra y/o dedos en martillo.

  • Callosidades en el dorso de los dedos originados por el roce y la presión, o callosidades entre los dedos, conocidos como “ojos de gallo”. 

  • Sesamoiditis: Es la inflamación de los huesos sesamoideos, los cuales son pequeños huesecillos redondos situados debajo de la cabeza del primer metatarsiano. 

  • Inflamación del tendón de Aquiles por roce y por acortamiento del tendón, dolores a nivel de gemelos, e incluso dolores en rodillas provocados por la sobrecarga a la que se ven sometidas, en especial con el uso de tacones. 

  • La circulación venosa se deteriora, el bombeo de sangre no es adecuado y aparece hinchazón de pies, edemas y pequeñas varices.
  • Enclavamiento de las uñas

Hay un grupo de personas que son de alto riesgo si les aparece alguna lesión de este tipo: los diabéticos  o con problemas circulatorios, que deben extremar el cuidado de pies, y las personas con arteriosclerosis de las extremidades inferiores y problemas de riego sanguíneo. 


Tacones altos  y punta fina no!

Características de un zapato adecuado

    • El calzado debe ser cómodo para usted. Compruébelo caminado con ellos por la tienda antes de comprarlos. 

    • Debe tener un contrafuerte bueno, es de cir que le de buena sujeción al talón. 

    • El tacón no debería exceder los 4 cm. 

    • El tacón debe ser ancho y la punta redonda de manera que no comprima los dedos. 

    • El zapato no debe doblarse desde la punta al talón, sino que debe tener consistencia o arco de enfranque que le da resistencia  desde la parte  posterior hasta la anterior. 

    • Se recomienda que el zapato abierto esté sujeto al menos por una tira desde atrás, porque los dedos del pie tienden a tratar de sujetar el calzado con un movimiento de reptación y se sobrecarga el metatarso, que es la parte anterior del pie donde apoya y sobre todo se ponen los dedos en garra. Cuando el calzado va sujeto desde atrás, la carga se reparte mucho más y no se fuerzan los dedos.
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